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Prácticamente todas las actividades profesionales entrañan riesgos específicos que se concentran en daños materiales o accidentes personales de trabajadores de la propia empresa, o perjuicios ocasionados a terceras personas o empresas.
Por supuesto, ello conlleva numerosas ventajas: acceso desde cualquier dispositivo, inmediatez en las transacciones, trazabilidad de la información, personalización de la oferta, etc. Aunque, lamentablemente, también debemos tener en cuenta un importante handicap: los ciberataques.
Alcanzar la responsabilidad de administrar una empresa significa un progreso en la carrera profesional. Pero esas mayores capacidades directivas y ejecutivas conllevan responsabilidades que no siempre se tienen en cuenta.
El estado de alarma que el Gobierno impuso en el mes de marzo y la actual situación sanitaria, llevó consigo la paralización momentánea de licitaciones, concursos y contratos públicos no relacionados con actividades esenciales.
En este sentido, la ley 26/2007 de 23 de octubre de responsabilidad medioambiental, establece un régimen de reparación de daños medioambientales donde se especifica que los operadores que inflijan cualquier daño a los recursos naturales o puedan hacerlo, deben adoptar las medidas preventivas necesarias. Además, en el caso de que se produzca daños, las empresas tendrán la obligación de restituir los recursos naturales y garantizar que volverán al mismo estado que antes de producirse el siniestro.
Si algo ha puesto de manifiesto el estallido de la pandemia del Covid-19 es que los riesgos que nos acechan van en aumento. Los riesgos tradicionales siguen ahí, pero a ellos se suman nuevos riesgos derivados tanto de los avances tecnológicos como de los cambios sociales.
Uno de los primeros objetivos a la hora de desarrollar una actividad profesional o de poner en marcha un negocio, debe ser asegurar que todos los trabajadores que desempeñen su actividad en la empresa lo hagan de forma segura, de manera que el empresario pueda garantizar unas condiciones óptimas de seguridad y prevención para todos sus empleados.
La organización de eventos es una actividad compleja que requiere la conjugación de muchos factores: alquiler de espacios, gestión de asistentes, contratación de distintos proveedores… Pero sin duda, una de las principales tareas que deben acometer los profesionales de este ramo es la contratación de un seguro que pueda hacer frente a los posibles riesgos y daños a terceros que puedan surgir, de lo contrario, la empresa organizadora podría tener que hacer frente a los posibles daños materiales y personales que puedan darse tras un siniestro.
Algunas de las actividades más trepidantes a lo largo del curso se realizan fuera de las aulas: excursiones, campamentos, salidas breves o incluso…, viajes al extranjero. También sea, quizás, uno de los momentos de mayor estrés para un centro educativo, ya que existe menor control que durante la actividad diaria en el centro, tanto de los alumnos, como del profesorado
La organización de eventos es una actividad compleja que requiere la conjugación de muchos factores: alquiler de espacios, gestión de asistentes, contratación de distintos proveedores… Pero sin duda, una de las principales tareas que deben acometer los profesionales de este ramo es la contratación de un seguro que pueda hacer frente a los posibles riesgos y daños a terceros que puedan surgir, de lo contrario, la empresa organizadora podría tener que hacer frente a los posibles daños materiales y personales que puedan darse tras un siniestro.
